jueves, 10 de mayo de 2007

Once upon a time in my life...(Lali Puna acompaña la crónica)




Hacía mucho tiempo que el despertador no sonaba tan temprano.....pasé cuatro horas conscientemente dormida, sufriendo por si la alarma me fallaba....abrí los ojos varias veces.....después ya estaba metida en un coche, dormida perocon ganas de afrontar el día. A las 09:00 de la mañana parecían las dos de la tarde. Reuniones con acento maravilloso portugués, rostros no estereotipados bellos y misteriosos, televisiones lentas, luego nietos de fundadores modernos y guapos vestidos de negro con anillo de casados y palique para horas...anímame la sensación!. Y después el viaje imposible con dos 'amateurs', amantes de los dibujos animados y no animados.....con ganas de hacer un poquito de daño y provocar al mundo que yace sentado, y después la televisión de Berlusconi que se cree que el resto del mundo no existe pero secretarias amables con reuniones cómplices para dos en silencio...y un bar típico del extra radio con comida de catina y camareros bólido que no prestan atención a lo que podrían ser clientes potenciales. Recoge la bolsa, ármate de valor y de fuerza, saluda a uno de los mil taxistas que encontrarás estos días, y ves a verlo a él, que habla en tu idioma y se pone, como tú, algo nervioso. Aparentamos normalidad y hablamos de negocios y de otras cosas, mándame tus cortometrajes atrevidos y el contacto de la productora. Luego, el otro que sin viajar viaja sin parar, me atiende amablemente. Después parece que tengo algo de tarde libre para mí, y solo para mí. La ducha me va bien y pienso, calmada, tranquila y contenta, en viejos días de errores y en próxímos días de cara al sol. Todo va bien, y Luces de Bohemia me da otra visión de lo que será el mes, la primavera, y lo que queda de año. Esquina americana que apesta con prostitutas que me dejan perpleja, ¿que me contarían si tomáramos un café juntas? (se añade Laibach melódicamente a mi relato). Y aparece uno al que le han tomado el pelo hasta la raíz. No tartamudees, que sino yo, me pongo peor. Y acordamos coger ese vehículo que tiene más de tartana que de coche, aquél vehículo que ya hemos intentado salvar alguna vez anterior a ésta, y Madrid se asoma desde la ventana. Me regalas una alarma, una bombilla azul....todo lo que encontramos en este coche, parece un posible regalo para relajar los ánimos. Parque del Oeste, en bajada. Antes una parada técnica a la que nombraremos Mahou. Un árbol, un palo que nos acompañara el resto del día, y un guión de interiores con pijama amarillo y sueños que no intuyo hasta que me explican. Gens, falta el montaje, me gustará seguir la historia del androide y del jendroide. Hablamos con gallegos, y de pronto, el negocio accionariado en este caso que hace esquina, con un toque que no corte, inglés....sufre una baja embotellada en whisky. Nos distraemos con conversaciones triviales que no hubiéramos mantenido de no pasar por una caja. Vuelta a la calle, triunfo de campeonato. Tu deporte, me ha gustado. Y el blanco con ruedas, ¿a dónde nos lleva? Hay unas obras largas, largas, que no has visitado, que yo no conozco. La aventura, va de saltarse vallas...un río, unas gafas encontradas, y una servidora pipirifly....-mierda, ¿te has dado cuenta?-...resumiendo vamos hacia la muerte y tienes mucho de tu madre, y en mi cabeza se debaten el formal y el informal con gotas de conocimiento adquirido recientemente, y las ganas irrefrenables -de siempre y bienvenidas-, de vivir lo inesperado. Y las ves, de verde, y no sé si forma parte de tu cuento o del mío, pero dices que te gustan. Y luego ya, se pierde la compostura que hemos fingido tener. Y el gallego que llama, y el coche que ya es mi casa, y Madrid, qué ciudad. Y Hortalezas se presenta como un destino al que perimetreamos unas cuantas veces, proxima estación: Esperanza. Y lo dejamos olvidado y quisieras tener unos sueños a mi lado, buena idea la tuya, mala la suya. Adiós...tu esquizo me gusta, se acerca a la mía...has estado en mis adentros con versos que me eran familiares y no me ha pasado nada por dejarte ver lo que no enseño. Y me duermo y me levanto como si entremedio hubieran pasado cinco minutos...y sé que el día pasará entre citas y reuniones y comidas, y gente, sencillamente encantadora. Alguna conocida y otra me sorprende, no paro de tropezar con ojos expresivos y hombres a los que darles la tarjeta no implica que se irá después al cine. Una mujer medianamente segura, que pisa fuerte, que no se tambalea por nada, se despierta y me encarna, sé que no hay nada que no pueda superar o así lo siento. Que magnífico, cada hora es mejor. Y también estrechamos la mano y quedamos en algún día cerrar un contrato. Y después, coincido, debajo de un sol que pega fuerte, con un compañero y hablamos...hablamos más. Y después nos damos un paseo, no de la mano, pero con el corazón en ella. Y tengo muchos recuerdos que no aparto de mí, y me parece que se trata de una ciudad maravillosa en la que poner los pies más adelante. Jugamos a preguntar nombres de calles y confirmamos que la amabilidad es su punto fuerte, parece que como pueblo han revelado en colectivo que la vida iba de eso. Y luego, luego descubro que hay una casa Granada que madres enseñan a hijas en la que yo también traería a mis más allegados. Y como no hay terraza para nosotros, cambiamos a El Viajero. Pon un Viajero en tu vida, aunque salga caro. Y nos explicamos un poco quién somos en acento de otros idiomas y del propio, y esperamos que no haya grabadora. Y después me tengo que ir corriendo con tacones -subida al andamio-, feliz de haber pasado por allí y triste de tener que abandonar, ahora que el miedo estaba lejos de aquí. Llaman desde La Tuna, y son traviesos, pero mamones. No me interesa y me sorprendo, ¿no dependo de nada? Que maravilla más grande, hacía tiempo que no lo sentía así. Pudiendo y no queriendo mierda para mí. Y me despido del Rey Luis XV y el próximo taxista es igualmente encantador. Recuerdo que por la mañana, he encontrado a uno que me propone matrimonio. Y nos estamos yendo de la capital..... nos despedimos bien, creo. Y el aeropuerto me da un bocadillo de atún, y empiezo los relatos de un Oscar Wilde que cuenta cuentos a lo Hermanos Grimm. El Prícncipe Feliz, me distrae hasta llegar a mi ciudad. El avión va repleto de hombres interesantes, pero a mi parece que me interesa más mirar por la ventana. Y cuando llegamos, aunque la bolsa pesa mucho - no por mi contenido-, sé que la aventura acaba de empezar, y que no tardaré en pasear otra vez por la Plaza Mayor o la de Oriente. Guardo un par de fotos turísticas y decido que mañana tendré más oportunidades. La vida, una vez más, me invita a vvir con fuerza y me pide que le ponga ilusión siempre. Se va andando con mucha ilusión, y a menudo, las gafas de sol, hacen que no invente historias de los demás en mi cerebro, todavía no empezadas en la vida real. ¿que puedo decir? Perdón, por cuando no me tomé las cosas de esta forma. Nos vemos, pronto.

No hay comentarios: