domingo, 6 de mayo de 2007

Eternal sunshine of the spotless mind


OLVIDATE DE MI
Dirección: Michel Gondry. País: USA.Año: 2004. Duración: 108 min. Género: Comedia romántica.Interpretación: Jim Carrey (Joel Barish), Kate Winslet (Clementine Kruczynski), Kirsten Dunst (Mary Svevo), Mark Ruffalo (Stan), Elijah Wood (Patrick), Tom Wilkinson (Dr. Howard Mierzwiak), Thomas Jay Ryan (Frank), Jane Adams (Carrie), David Cross (Rob), Ryan Whitney (Joel joven), Lola Daehler (Clementine joven).Guión: Charlie Kaufman; basado en un argumento de Michel Gondry, Charlie Kaufman y Pierre Bismuth.Producción: Steve Golin y Anthony Bregman.Música: Jon Brion.Fotografía: Ellen Kuras.Montaje: Valdís Óskarsdóttir.Diseño de producción: Dan Leigh.Dirección artística: David Stein.Vestuario: Melissa Toth.
Joel (Jim Carrey) recibe un terrible golpe cuan-do descubre que su novia Clementine (Kate Winslet) ha hecho que borren de su memoria todos los recuerdos de su tormentosa rela-ción. Desesperado, se pone en contacto con el creador del proceso, el Dr. Howard Mierzwiak (Tom Wilkinson), para que borre a Clementine de su memoria. Pero cuando los re-cuerdos de Joel empiezan a desaparecer de pronto redescubre su amor por Clementine. Desde lo más profundo de su cerebro intenta-rá parar el proceso. Mientras el Dr. Mierzwiak y su equipo (Kirsten Dunst, Mark Ruffalo, Elijah Wood) le persiguen a través del laberin-to de sus recuerdos, está claro que Joel simplemente no puede quitarse a Clementine de la cabeza.
CRÍTICA por Miguel Á. Refoyo
La deconstructiva naturaleza del amor

Charlie Kaufman y Michel Gondry componen una magistral y com-pleja fábula romántica que tiene en el juego de tiempos su mayor virtud narrativa

Cuenta Charlie Kaufman que Mi-chel Gondry le mencionó la idea de "¡Olvídate de mí!" suponiendo qué pa-saría si un buen día se encontrara una tarjeta en el buzón que dijera que ha sido borrado de la memoria de al-guien. El guionista en seguida recurrió a un poema de Alexander Pope que comienza con los versos “¡Qué felices son los inocentes! Olvidando el mun-do, y por éste olvidados. Brillo eterno de una mente inmaculada. Cada ple-garia aceptada y con cada una, una renuncia”. Con esta premisa, la preci-sa y brillante maquinaria de Kaufman erigió una comedia oscura y triste fundamentada en el olvido como sentimiento del amor perdido y muchas veces añorado. En ella se cuenta la historia de Joel, un hombre tímido, retraído y depresivo que un buen día decide improvisar su jornada escapándose en un tren que no le llevará a su trabajo, sino a un pueblecito ribereño. En una solitaria playa, camina y reflexiona, ahogando su melancólica existencia en sus propios pensamientos. En el camino de vuelta conoce a la extraña e hiperactiva Clementine, una joven de la que se enamora al instante. En este punto, cuando han pasado más de veinte minutos de proyección, aparecen los títulos de créditos y co-mienza la película. Es entonces cuando lo ideal se transforma en insoportable y las diferencias que atraían a la pareja se rompen. Al poco tiempo, Joel descubre que Clementine ha acudido a la consul-ta de un médico que se dedica a borrar los recuerdos de su rela-ción. Joel decide someterse al mismo lavado de cerebro, pero a medida que ella desaparece de su geodesia emocional, vuelve a enamorarse de ella en un laberinto de recuerdos que indican que, a pesar del triste final de su relación, ha sido la mujer de su vida.
El elemento de ciencia ficción o pseudoficción que supone que una empresa (Lacuna Inc.) borre por un sencillo proceso los recuerdos de una persona, pasan instantáneamente a un trasfondo de credibilidad cuando el verdadero hilo narrativo de la película emerge a la superficie de las profundi-dades narrativas con las que Kaufman y Gondry plantean un intenso melo-drama obsesivo, personal e íntimo que fragua su interés en el suge-rente término de intentar solucio-nar en sueños lo que uno no fue capaz de arreglar en la realidad. Una historia de corazones rotos que interpela sobre la vida, el amor, la memoria y el olvido, entendiendo que el amor es lo único por lo que vale la pena haber vivido. Para encubrir este viejo tema del amor, los creadores recurren a la dimensión de la conciencia, a un puzzle de situaciones contrapuestas, jugando arriesgadamente en el filo, enalteciendo su imprescindible visión con una capacidad de sorpresa inquietante. Como viene siendo habitual en sus crea-ciones, "¡Olvídate de mí!" es Charlie Kaufman en estado puro. Una nueva profundización en la fragmentación y desglose del guión, la gran condición que hace inmensa la perspectiva narrativa de este genio (que recuerda a lo que algunos han venido a llamar ‘maze-cinema’, seguido por otros cineastas modernos como Christopher Nolan o Gaspar Noé), una experimentación llena de puntos de giros retroactivos (y a su vez progresivos), de acción minada con un inge-nio inquieto y amenazante, dejando el carácter y el pensamiento al-terados por el tiempo, por la fugacidad de los sentimientos que, con los recuerdos y la añoranza, mutan, acreditando que dentro del amor existe lo ilógico. Pero más allá de jugar con la afasia tempo-ral, con la deconstrucción narrativa, la gran virtud de esta magis-tral película es que, en su intención no está la originalidad sino el propósito de contar una historia que muestra la verda-dera naturaleza del amor, concibiendo su destino e inevitabili-dad, su sentido de la injusticia y la predestinación.
Contrariamente a lo que se pueda pensar, debido a lo intrincado de su disposición argumental casi perfecta, la coherencia es absoluta, pese a de-senvolverse en distintos tiempos, rea-lidades y dimensiones, ocurriendo la mayor parte de la cinta dentro del ce-rebro de Joel, de sus recuerdos, de sus deseos. Con una planificación na-rrativa de compleja construcción y portentoso efecto formal, Kaufman subvierte los designios del género en-trelazando los indicios descriptivos de su magnífico guión hacia atrás. Por tanto, la entidad, la habilidad y la sor-presa de este excelente filme consisten en detallar el final en su prodigioso prólogo para, mediante los recuerdos de Joel, desvelar su significado. Lo que el guionista está haciendo, en definitiva, es reunir una asombrosa conjunción de virtudes como perspectiva del misterio que abarcan los deseos internos, los más gratos recuer-dos, los sueños y una realidad transformada en onírica, circunscrita a una solución médica que hace desvanecer los recuerdos del pa-sado en unas horas. Como dijo Armand Salacrou, “Un hombre sin recuerdos es un hombre perdido”, y en ese terreno es donde Gon-dry y Kaufman construyen un hilo conductor que juega con el espa-cio y el tiempo, construyendo y deconstruyendo una historia que sólo puede ser entendida por la subjetividad del espectador. Es "¡Olvídate de mí!" una película de muchas lecturas que apela a con-tinuidad espontánea a medida que la historia profundiza en su com-plejidad. Y es que nunca fue tan cierto que el sentido de una pelí-cula está en los ojos del que mira, del que siente de una manera u otra lo que está viendo. Kaufman sumerge al público en sus laberín-ticos paisajes ficticios, pesimistas y psicológicos, pero ampliando el recorrido al sugerir una historia teñida de intelectualismo existencial y emocional que obliga al espectador a cuestio-narse acerca de la vida, del pasado, del presente y el futuro en un viaje de recuerdos que atormentan, pero sin los cuales la felici-dad, en casi todos los casos fugaz y frágil, no tendría sentido. Se trata, por tanto, de la película más humana de este genio del guión y una historia escrita en un lenguaje de emociones y no sólo de re-flexiones e imágenes.
Este drama cómico o comedia dra-mática sobre las dificultades que aca-rrea el amor y la vida en pareja esgri-me conscientemente conceptos que procuran llegar al interior de un dese-namorado, pretendiendo así entender las insondables dudas y preguntas del corazón, aquéllas que hacen amar, tolerar, aceptar, aprender a per-donar, las que vuelven vulnerables a los enamorados que, a pesar de sa-ber que la pasión es una etapa y que lo efímero muchas veces se convierte en rutina insoportable, tiene su valor en la segunda oportunidad, en el ins-tante en que el alma se desnuda, volviendo a nacer, encontrando de nuevo el amor, reflejado todo ello en imágenes y secuencias pretéritas que van cobrando sentido según avanza la acción en el presente, retrocediendo en los recuerdos del pasado. Un efecto de originalidad temporal que nunca devora el peso de sus protagonis-tas. Y aunque "¡Olvídate de mí!" se construya bajo unos personajes ambiguos y enigmáticos, solitarios e incomprendidos (característi-cos en la espectacular carrera de Kaufman), aflora su genialidad a través de la imaginería visual de Michel Gondry, que se adapta al portentoso guión de Kaufman y lo hermana a la perspectiva de su cosmos gráfico, traduciendo visualmente, de forma dinámica y sencilla, el desdoblamiento de univer-sos paralelos que propone el guionista, aportando lo necesario para narrar esta difícil y hermosa oda al romanticismo donde la me-moria y su fragilidad quedan simbolizadas por la continua contrapo-sición de los libros, dibujos y recuerdos, alegorías de la subsisten-cia de la memoria, y, por otra parte, la nieve, alusión al gélido olvi-do, a la limpieza de recuerdos que son utilizados para revelar que mientras Joel y Clementine observan las constelaciones sobre el río helado, mientras escapan al proceso de limpieza de memoria que ellos han solicitado, los ecos del mundo real repiten los mis-mos errores.
En todo este fascinante recorrido por la desbordante capacidad argumental de la película, aportan un embrujo fuera de lo común un Jim Carrey, en su mejor papel, que vuelve a demos-trar su pulso dramático, su conten-ción de gestos y muecas, para ofre-cer una lección de interpretación, co-mo ya lo hiciera en "
The Majestic" y "El show de Truman". Igualmente en estado de gracia se muestra esa asombrosa actriz llamada Kate Wins-let que, pese a lo irritante e imprevisi-ble de su personaje, consigue traspa-sar la pantalla con una dulzura y un magnetismo que desarman cualquier (e incomprensible) prejuicio que se tenga ante la protagonista de "Titanic", una de las mejores actrices que ha dado el cine contemporáneo. En este apartado ar-tístico, los secundarios, espectadores inconscientes del drama de amor de los protagonistas, Elijah Wood, Kirtsen Dunst y, sobre todo, Tom Wilkinson y el camaleónico Mark Ruffalo, merecen to-dos los elogios de un trabajo excepcional. Con todo ello, bajo la mirada oculta de una Nueva York fría y me-lancólica, la nueva película de Gondry, ambigua, sutil y sencilla en su complejidad, supone un poema visual al amor. Pero no un amor encauzado al romanticismo entristecido, sino recurriendo al amor desquiciado e impulsivo, que susurra nostalgia y pesimismo, pero que encuentra en su extraño final una ventana a la esperanza, a la creencia en el destino como vía de la indescifrable felicidad. Una película dedicada al eterno brillo de las mentes inmaculadas (las que evoca el título original), aquéllas que entenderán que no se puede esquivar el amor, aunque no se recuerde ni siquiera de quién se está enamorado o por qué se quiere es-tarlo.

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