miércoles, 15 de febrero de 2012

Las rubias que me dieron miedo ayer, me dan ataques de risa hoy
Al fin comprendo que no debí esconderme debajo de aquella mesa

Las cortas y estiradas almas adolescentes
vinieron a remover mi salón una calurosa noche de verano sin aviso ni permiso
Vergüenza podrían venderlas a buen precio en el supermercado
y luego a las viejas desocupadas que más valdría que les cerraran el pico

Las olvidadas para aquél lo son hoy también para mí
aunque ya no las distingo de las que nunca conocí

El tiempo vive, el tiempo avanza y mientras saluda, cada cosa pasa

Daría todo lo que tengo por recuperar aquello que tantas veces y tan fácilmente se colaba por los pliegues de mi falda, pero voy a morir, y ya tan cerca de Dios, hay placeres que están prohibidos.