lunes, 22 de octubre de 2012

5 A EN EL PARAÍSO

sábado, 2 de junio de 2012




Algunos humanos nos enamoramos como romanos y de ahí que nuestra vida adquiera un sentido más común y de compartimiento.

Hay un hombre delante de una mujer que dirige una orquesta.

Hay un hombre delante de una mujer que entra en su salón y se acomoda.

Hay un hombre delante de una mujer que deja de lado cualquier contrato.

Hay un hombre delante de una mujer que mira hacia el infinito.

Hay un hombre delante de una mujer que mira por la ventana.

Hay un hombre delante de una mujer que siente ser el hombre.

Hay un hombre delante de una mujer que le mira.

Hay una mujer que ve al hombre.

Es un hombre. Un hombre. Un ‘ombre’.

La mujer se acerca y jamás da un paso hacia atrás. Aunque alguno en falso.

Se encuentran en la grada superior y ambos estaban soñando.

Soñaban en ser y estar juntos mientras el paisaje cambiaba a través de los años insistentes, inevitables y puntualmente molestos.

Soñaban despiertos.

Eran ellos.

Y mientras afuera sucedían los sucesos para presos. Sin ir muy lejos.



Ella le mira y dice: - me gusta que seas tú. Te deseo siempre. Seré para lo que estará. Gracias por cuidarme tanto.

Él se va.

Después saben que ya se está yendo la vida. Nuestra protagonista.



A mi edad, es fácil que empieces a situarte en el mundo con transigencia y menor pasión. Pero el afán es bravo y consistente. Que amanezca otra vez.

Volver a ser ellos dos. Descubriendo.


jueves, 24 de mayo de 2012

Dejemos de hablar de mí

jueves, 12 de abril de 2012

1 Corintios 7:3-5

miércoles, 14 de marzo de 2012

LÍMITES

De estas calles que ahondan el poniente,
una habrá (no sé cuál) que he recorrido
ya por última vez, indiferente
y sin adivinarlo, sometido

a quien prefija omnipotentes normas
y una secreta y rígida medida
a las sombras, los sueños y las formas
que destejen y tejen esta vida.

Si para todo hay término y hay tasa
y última vez y nunca más y olvido
¿Quién nos dirá de quién, en esta casa,
sin saberlo, nos hemos despedido?

Tras el cristal ya gris la noche cesa
y del alto de libros que una trunca
sombra dilata por la vaga mesa,
alguno habrá que no leeremos nunca.

Hay en el Sur más de un portón gastado
con sus jarrones de mampostería
y tunas, que a mi paso está vedado
como si fuera una litografía.

Para siempre cerraste alguna puerta
y hay un espejo que te aguarda en vano;
la encrucijada te parece abierta
y la vigila, cuadrifonte, Jano.

Hay, entre todas tus memorias,
una que se ha perdido irreparablemente;
no te verán bajar a aquella fuente
ni el blanco sol ni la amarilla luna.

No volverá tu voz a lo que el persa
dijo en su lengua de aves y de rosas,
cuando al ocaso, ante la luz dispersa,
quieras decir inolvidables cosas.

¿Y el incesante Ródano y el lago,
todo ese ayer sobre el cual hoy me inclino?
Tan perdido estará como Cartago
que con fuego y con sal borró el latino.

Creo en el alba oír un atareado
rumor de multitudes que se alejan;
son los que me ha querido y olvidado;
espacio, tiempo y Borges ya me dejan.


Jorge Luis Borges

miércoles, 15 de febrero de 2012

Las rubias que me dieron miedo ayer, me dan ataques de risa hoy
Al fin comprendo que no debí esconderme debajo de aquella mesa

Las cortas y estiradas almas adolescentes
vinieron a remover mi salón una calurosa noche de verano sin aviso ni permiso
Vergüenza podrían venderlas a buen precio en el supermercado
y luego a las viejas desocupadas que más valdría que les cerraran el pico

Las olvidadas para aquél lo son hoy también para mí
aunque ya no las distingo de las que nunca conocí

El tiempo vive, el tiempo avanza y mientras saluda, cada cosa pasa

Daría todo lo que tengo por recuperar aquello que tantas veces y tan fácilmente se colaba por los pliegues de mi falda, pero voy a morir, y ya tan cerca de Dios, hay placeres que están prohibidos.

lunes, 16 de enero de 2012




Antiguo Colibrí encontrado en otros paseos. Ahora de la mano de un pastor, con su carta y bombo y platillos, sus aperitivos con huevas y su vino de primera. Doce mesas y más de doce monos, buen servicio y otra invitación. Felices treinta y cinco y bienvenida sea la licencia para conducir.

martes, 10 de enero de 2012

Houston, tenemos un problema

lunes, 2 de enero de 2012

PANDÉMICA Y CELESTE
Jaime Gil de Biedma


Imagínate ahora que tú y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos hombre a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector -mon semblable,-mon frère!
Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo a otros cuerpos
a ser posiblemente jóvenes:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir -aunque sea nada más que un momento-
igual deslumbramiento que a los veinte años !
Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
-con cuatrocientos cuerpos diferentes-
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.
Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones...
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de yedra coronados.
O aquel portal en Roma -en vía del Balbuino.
Y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,
de la langueur goûtée à ce mal d'être deux.
Sin despreciar
-alegres como fiesta entre semana-
las experiencias de promiscuidad.
Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.

Su juventud, la mía,
-música de mi fondo-
sonríe aún en la imprecisa gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos hermosos
que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.
Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
-mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.
Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y al final estemos,
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren los que han amado mucho.