lunes, 10 de septiembre de 2007

Por fin lágrimas.


Llamó para decirme que tenía (por fin!) ganas de llorar.Le habían venido las lágrimas en lugar vetado, pero le habían venido!. Dijo que había estado preocupado últimamente precisamente porque sentía que llorar le hubiera ido bien y sin embargo, jamás caía una lágrima. Había probado a que un amigo le dijera todo lo que pensaba de él a la cara, se había hasta pegado un golpe en la cabeza... pero nada, ni los ojos vidriosos. ¿Que estraño, verdad? le dije yo... A veces sientes que te sentaría bien echar unas lagrimitas y no obstante, es imposible. Bueno, pues me alegro, al fin le vinieron ganas de llorar. Se las provocó su madre por teléfono, aquella voz cargada de tantas disyuntivas. Y luego, el río venía con mil matices. Le apetecía cambiar el barco de orientación. Y disfrutar de una vez por todas, de él mismo. Creo que va a llorar. Le irá bien. Sacará la mierda y después ya podrá volver a continuar. Vaciar, limpiar y continuar. En menudos lugares nos metemos a veces sin oportunidad de decidirlo.

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